Mi corazón late cada vez más fuerte y rápido, aunque lo estoy viendo con mis propios ojos, no le doy credibilidad a mi vista, no puedo creer que ella esté ahí, que esté en los brazos de otro, me parece increíble a pesar de que siempre lo esperé, siempre se espera que los errores arrojen a ese ser amado a los brazos de otro y aunque nadie quiere presenciar ese momento, todo el mundo lo ha imaginado, todas las personas han hecho el experimento mental de visualizar a su ser amado en brazos de otra persona; sin embargo no todo el mundo tiene la posibilidad indeseable de experimentar esta sensación por un tiempo mayor a un minuto, pero yo la estoy viendo y por más que intento pensar que ella no es, los hechos son irrefutables, la cuestión a afrontar es qué hacer en este momento.

He pensado tantas veces en esta situación y en la reacción que debería tomar para afrontar esto que ahora no se qué hacer, cada vez que he pensado en esta situación es porque he estado en una posición diferente en la relación y depende de la posición en la que he estado, he pensado en una diferente reacción para este hecho y la reacción que debo tomar en este momento no puede ser impensada, o falta de una reflexión previa; además el hecho es tan doloroso que mi cerebro vuela rápidamente por cada una de las posibilidades de acción:

Una primera acción podría ser la violencia: golpearla y esperar la reacción de él para también golpearlo, sin importar su contextura física o su masa muscular; sin importar las leyes sociales que dicen que a las mujeres no se les toca ni con el pétalo de una rosa, sin importar el que dirá la gente presente, al final todo el mundo me daría la razón y su reputación quedaría por el suelo y eso sería justo conmigo y con sus malas acciones; ésta posible ruta de acción hubo venido a mi mente en el momento de máximo amor, donde la indignación y el sentimiento serían tan grandes que la reacción no debería ser menor a ellos; donde a pesar de lo idílica de la relación, la inseguridad llena la cabeza de pensamientos tontos de infidelidad.

Otra reacción posible, nació en esos momentos en los que la relación entra en un bache y ambos esperan que el otro cometa un error para tener la razón en el momento de darla por terminada; en este caso, el procedimiento era simplemente acercarse, hacerse notar o tal vez saludarla cual si fuera una amiga más que se encuentra en una situación romántica, esperando que ella quiera explicar lo inexplicable y callándola para que entienda que ya la farsa terminó y que la vida de ambos debe seguir adelante, pero por caminos distintos. Esta sería una posibilidad más gallarda, que me permitiría quedar nuevamente como una víctima pero una víctima con mucha dignidad y mucha inteligencia, haciéndome inmerecido por ella.

La última es una reacción medida, calculada, tomar fotos, con la intención de lograr la patria potestad de aquello que es lo más lindo que la relación ha dado; dejarla sin argumentos porque su reputación ante el mundo estaba en mis manos, obligarla a que cumpla con algunos requerimientos sencillos pero humillantes que me pongan en un punto de dominio de la situación y de esa manera hacerla que sufra. Este maquiavélico plan nació en esos momentos en los que la relación está tan mal, que uno no cree que haya amor, sino odio;  y a pesar de que las cosas se compongan de un momento a otro, debido a que el amor rompe todas las barreras, algunos dolores no se pierden del todo.

Este momento era tan duro y doloroso que incluso podía reflexionar instantáneamente, a cerca del sentimiento que tenía por estos tiempos en mi corazón, antes de tomar la decisión de qué hacer; simultáneamente me acercaba sigilosamente porque no podía equivocarme, tenía que rectificar que fuera ella, no podía cometer algún error en esta situación y mientras me acercaba más y más, mi corazón palpitaba con mayor velocidad y mayor fuerza, parecía que todo mi cuerpo latiera con él y cuando aún no me habían visto pero me encontraba a poco menos de 5 metros, desperté absolutamente agitado, con sudor cayendo por mi frente, sintiendo el corazón en cada uno de los órganos de mi cuerpo, en mi habitación, cuya oscuridad solo la vencía la luz de una opaca película de cable; y ella estaba ahí, con un sueño tranquilo, medio sonriente, imperturbable, intentando un abrazo mecánico y cariñoso respecto al cual nunca se enterarìa que yo rechazaría bruscamente, debido a los sentimientos encontrados, mientras mi consciente y mi subconsciente se ponían de acuerdo respecto a cuál era la realidad y cuál era el sueño. 

 

Por: Franklin Eduardo Pérez Quintero   2012