EL MARTIR

 

Y cuando se dieron cuenta que estaba mostrando paraísos diferentes, lo acusaron injustamente y como sus doctrinas iban en contra de las doctrinas reinantes, encontraron en él los cargos suficientes para asesinarlo de la peor forma imaginable en ese momento histórico; ya que utilizaban los recursos más crueles que tenían a su disposición para exterminarlo espiritualmente primero y después de este cruel homicidio en el que lo privaban de la libertad, aislado del mundo para no adoctrinar más, lo sometían a un juicio parcializado en el que lo hacían ver como el malo, como el corruptor de mentes, como si estuviera institucionalizando una secta en la que todos querrían seguirlo, pues el camino que les revelaba los llevaría a la felicidad y al bienestar; luego de todo esto simplemente le quitaban la vida después de señalarlo culpable, culpable de no seguir los regímenes establecidos.

A nadie le importó que no perjudicara vida alguna con sus teorías y sus palabras; tampoco interesó que les diera motivos para vivir a hombres y mujeres que ya no encontraban sentido en este mundo que se había convertido para ellos en un mundo sin sueños; nunca negó la existencia de un cielo para los buenos y de un infierno para los malos; era incapaz de negar la existencia de un Dios y se habría sentido un pecador si se hubiera ensalzado o hubiera alardeado de tener poderes, entonces ni siquiera de mentiroso podrían tildarlo, solo lo acusaron de pensar diferente y de ser tan convincente que logró adquirir adeptos, seguidores, discípulos.

Como no iba a tener seguidores si con lo que enseñaba nadie rompería las reglas de convivencia en momento alguno, todos podrían ser más amigos, menos conflictivos y más felices.

Su problema era que no buscaba riqueza material sino espiritual e intelectual, su pecado era que mantenía harapiento, despeinado, descuidado físicamente, incluso sucio; su inadaptabilidad social tenía que ver con que enseñaba prácticamente a cambio de nada y que incluso podría quitarse su vestido para dárselo a otro; pero las repercusiones de esto eran estar semidesnudo en la calle, oler maluco ante los transeúntes; utilizar la naturaleza no solo para alimentarse, sino también  para drogarse o trabarse como le decían en ese tiempo; no contribuir con impuestos; incomodar  la entrada de algunos garajes en desuso para dormir o el paso bajo algunos puentes para descansar; pero lo mas negativo era que no encajaba socialmente y por eso ni siquiera aquellos a quienes ayudaba a hacer sus tareas o consultas podían compartir o entender su forma de vida sin capital, sin casa, sin televisor, sin cama, sin limpieza.

Por eso cuando se dieron cuenta que hablaba de su  cielo, donde no faltaría el licor, donde no habían frutos prohibidos y donde siempre tendría sus necesidades de afecto, amor y pasión cubiertas por un par o un trio de replicas exactas de esa espectacular Yesenia cuyos labios, algún día besados, eran ya inalcanzables en vida; o tal vez por unas cuantas Stefanias exactamente iguales a esa cuyo cuerpo alguna vez abrazado era inaccesible para su vida terrenal; un cielo en el que la recompensa a una vida de servicio al prójimo en tierra, sería una eternidad de emociones y pasiones sin límites y sin restricciones; cuando se enteraron de esto, lo etiquetaron de loco y le dieron el tratamiento que en aquel tiempo se le daba a los locos: lo subieron en medio de su traba a un bus, con algunos de sus discípulos y muchos otros de sus compañeros de calle para, luego de algunas horas de claustro, asesinarlos vilmente, en lo que en ese tiempo llamaron la limpieza de las calles de la ciudad. 

De: Franklin Eduardo Pérez Quintero 2012

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