El amor propio
Después del asesinato de su familia, en su propia casa, toda su vida cambió, porque a pesar de que nadie lo culpó por la muerte de su suegra, esposa y amados hijos, la gente del pueblo lo ignoraba cada vez que él se los encontraba en la calle; su papelería nunca más fue visitada, aunque el letrero de “Abierto” siempre siguió estando colgado de la puerta cada día de la semana; ni siquiera los proveedores y acreedores volvieron. Se sintió solo, sin amor, muerto en vida. Pero se sintió muerto en realidad cuando, meses después, la policía halló el cuerpo inerte del asesino colgado por el cuello en un rincón alejado del patio trasero de su casa. En ese momento recordó los detalles de lo que había sucedido el día de la masacre familiar y entendió por qué el pueblo lo ignoró todo el tiempo, entonces supo que en medio de su soledad, lo principal era amarse a sí mismo y en ese momento tocó su cuello estrangulado, sonrió y desapareció.