¿Bailamos?

Cuando la belleza no es lo que te hace encantador, es necesario buscar alternativas para conquistar, el baile fue mi elección. Después de pasar mi niñez y adolescencia aprendiendo bajo la instrucción de mis tías en los bailes familiares, el swing me corría por las venas; así llegué al primero de mis muchos bailes sociales y allí estábamos, hombres y mujeres, unos con ganas de invitar a bailar, pero sin valentía; otras con ganas de que las invitaran a bailar, pero sin quererlo demostrar. Después de que los mayores iniciaron el baile, me animé, por la tercera o cuarta canción, a invitar a alguna chica a bailar; no la más linda, ni la más sexy, ni la mejor bailarina, busqué las chicas que estaban en segundos o terceros renglones en esos rankings de belleza, sensualidad o distinción, esas que movían los hombros y cantaban todas las canciones al sonar de cada pista musical, pero que casi nadie había invitado a bailar aun; sin embargo, tras su respuesta verbal e histriónica de dolor de pies, me volví a mi puesto, con esa pequeña derrota, junto a mis amigos, a esperar más tiempo, tal vez un mejor momento. 

Unas canciones más adelante, volví a tener valentía y me animé a invitar a bailar nuevamente a una chica del mismo grupo, pero esta vez invité a una mujer muy hermosa, aunque no era el centro de la atención general; estaba provocativamente escotada y, lo mejor de todo, quizás, por lo que había analizado, la mejor de todas bailando; ella, sin dudar, me dijo que sí bailaría conmigo ese merengue de mediana velocidad y que se bailaba apretado. Los primeros pases del baile los dimos estando separados uno del otro, solo tomados por las manos, pero en cuanto sentimos que el ritmo entre ambos era increíblemente armonioso y compatible, nos fuimos acercando hasta quedar, como era habitual, con las mejillas juntas. Con el transcurrir de la canción su hermoso escote estaba cada vez más cerca de mí pecho y cada vez que yo ojeaba hacia abajo, lo veía tan profundo como excitante; el paulatino endurecimiento de mi bajo vientre fue imposible de controlar, tan largo y duro como mi biología me lo permitía. Fue para mí tan difícil disimular esta situación, como para ella sentirla y, sin mediar palabra alguna hasta este momento, en tanto percibió mi dureza con su pierna, acercó su vientre al mío haciendo muy evidente que quería sentir aún más, dos vueltas después, la canción terminó y nos retiramos uno del otro lentamente volteando los cuerpos, pero sin dejar de mirarnos fijamente a los ojos, sin parpadear y sin soltarnos de las manos. Aún no estábamos totalmente sueltos cuando empezó a sonar un romántico vallenato, ella me apretó fuerte la mano, volteo su cuerpo nuevamente, me jaló hacia ella y me entrelazó en sus brazos para continuar bailando juntos. 

Ahora su pecho estaba apretado contra el mío, sentía la excitación de sus delicados senos endurecidos suavemente acariciando mi pecho a través de nuestras ropas y restregándose con lentos y armoniosos movimientos al son de la música. Nuestras bocas estaban mucho más cerca la una de la otra y podíamos sentir y saborear recíprocamente nuestras respiraciones jadeantes y excitadas, un poco más aceleradas que el ritmo del vallenato. Su mano la puso atrás de mi nuca y cada cierto tiempo me acariciaba lenta y suavemente entrecerrando sus dedos y volviendolos a abrir, como si rascara mi nuca con las yemas de sus dedos, como tocando un arpa, pero todo esto mientras nuestras pelvis se restregaban teniendo en medio nuestros jeans que parecían cada vez ser más delgados.


Aún sin decir una palabra, no sé cuál de los dos buscaba más ese contacto fuerte que quería juntar más y más nuestras activas zonas pélvicas.


Ambos sudábamos en nuestras sienes y esa fue una excusa perfecta para empezar a bailar con nuestras frentes juntas, nuestras narices rozándose, nuestras respiraciones coordinadas, nuestros labios apenas separados, nuestros ojos mirándose fijamente, solo perdiendo contacto para ver cómo el otro mordía o humedecía sus labios , solo con la intención de estimular el uno al otro y aplacar las ganas de un beso que parecía irremediable. 

Con el último acorde del vallenato no aguanté más esta guerra fría llena de calor, dureza y humedad y mordisquee suavemente su labio inferior, ella cerró sus ojos y metió su lengua en mi boca delicadamente, pero a una profundidad perfecta, luego la sacó y me lamió los labios. Fue un beso tan delicioso como imperceptible para el resto de asistentes al baile. Nuevamente nos separamos dando vuelta a nuestros cuerpos, pero sin ganas de soltar nuestras manos; lamentablemente, el dj tardó un poco más de lo normal en poner la siguiente canción y alcanzamos a separarnos por completo. 

Volví a mi puesto al lado de mis amigos que me miraban con sorpresa y murmullos, pero no ví dónde ella se había ubicado. Respiré hondo y pensé: ¡Bailar sí funciona para conquistar!

–Estudiante 2